El primer año en la vida de un emprendedor es el comienzo del
resto de una vida distinta. Sin dudas, una divertida y constructiva experiencia
sería contrastar la mirada de un productor independiente en el comienzo versus
iguales tópicos 12 meses después. Lo que sucede en el periodo intermedio, entre
el momento en que se dio el inicio y el año siguiente, es un choque abrupto con
la realidad. Muchas expectativas se modifican por el camino, pero también se
sucede un proceso de conocimiento del contexto y de auto conocimiento personal
por parte del protagonista. Lo que pasa es que el mundo laboral no es el mismo
por fuera de las estructuras que brindan empresas y compañías empleadoras. Por cierto,
las personas tampoco lo son. Cuando un trabajador deja de desempeñarse en
relación de dependencia, y se convierte en un nuevo actor freelance, con
frecuencia, siente que es él contra el mundo. Esta sensación no es descabellada
ni descontextualizada. En sociedades como la argentina falta aún mucha cultura
de trabajo independiente. Una considerable parte del aprendizaje a futuro
depende, en buena medida, del comportamiento y valor actitudinal que tengan los
mismos emprendedores.
Cuestiones, en principio
básicas, como los límites, las reglas, los horarios y hasta las mismas
estrategias el primer año son difusas y difíciles de aplicar. La ensoñación de
un estadio permanente de trabajo armonioso, doméstico y libre de presiones con
frecuencia es un idilio de corta duración. En paralelo, el trato personal con
los clientes es todo un aprendizaje que puede costar algunas angustias y otras
decepciones. Por cierto, en este tiempo de adaptación, es usual que el mismo
conflicto que el viejo trabajador en relación de dependencia sostenía en su
antiguo espacio sea repetido por este nuevo trabajador freelance. Este es el
momento indiscutido para reforzar el trabajo personal y librar las batallas del
pasado en un nuevo escenario. Con muchas y renovadas razones vale la pena el
esfuerzo y será la clave para salir adelante.
Si pudiésemos resumir los puntos centrales del primer año en la vida de un
emprendedor en 4 palabras las mismas serían: Honestidad, tolerancia, confianza
y entereza. La honestidad es fundamental para reconocer, y reconocerse, las
capacidades de producción y de eficiencia. Entender hasta donde y por cuanto
vender productos y servicios. Más allá del aspiracional, que tan útil es a la
hora de proyectar, la honestidad ayuda a disminuir el estrés y el margen de
error. En cuanto a la tolerancia, se trata de un ejercicio diario y permanente
con clientes, socios, proveedores y aliados. Las reglas ya no son las mismas y las
dinámicas tampoco, por eso se requiere mucha más paciencia. Ser tolerante con
los demás, pero también con uno mismo y entender que todos provenimos de
diferentes culturas de trabajo. Por esta razón, en el dialogo está la clave.
Respecto a la confianza es un juego doble: El trabajo independiente con otros
requiere contar con la palabra del otro y que los demás puedan contar con la
propia. Hacer un ejercicio sobre la seguridad personal y a la vez
poder rodearse de un equipo de colaboradores a la altura de las circunstancias.
También con los clientes hay que construir lazos de confianza y de
reciprocidad. Por último, la entereza, pieza fundamental y no menor a la hora de
sobrevivir en el campo de acción freelance. Es válido barajar y dar de nuevo
pero no renunciar a los sueños. Para poder triunfar en el mundo de los
emprendedores es necesario desarrollar una sólida tolerancia a la frustración.
Fernanda Santágata
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