viernes, 27 de agosto de 2021

#HaceloPosible ✊ Capítulo 2: Nadie entiende de qué trabajo 🙈

¿Qué pasa si lxs demás no entienden de qué trabajo? ¿Realmente es trabajo eso que me ofrece ingresos y hasta me hace feliz si el resto comprende de qué se trata? ¿Trabajar y que mi familia, mis amigos y la sociedad entera no reconozca mi actividad puede tirar abajo un emprendimiento prometedor?

 Si les parece que estas preguntas son exageradas vengo con noticias que están respaldadas por 9 años de autogestión y 5 de capacitadora: No, no solo no son exageradas sino que son un costado súper sensible de la emocionalidad emprendedora. Entre las anécdotas que tengo grabadas a fuego en mi memoria hay un episodio puntual de la época en que aún dábamos talleres grupales presenciales. Luego de una exposición en la cual conté todo mi recorrido desde desempleada hasta Olson Harris una participante levantó la mano. Era una chica joven que se encontraba en evaluación de propuestas freelance y tenía dudas sobre cómo resultaría. Mi devolución consistió en explicar todos los motivos por los cuales todo podía ir bien y mis reflexiones sobre porque aún no era momento de sentenciar lo contrario. La muchacha me contestó “¿Podrías explicarle todo esto a mi papá?”. La sala explotó en risas y yo, reconozco, más que gracia sentí impulso de salir corriendo. Por supuesto, no huí, me quedé y acompañé al grupo en una suerte de sesión de autoayuda que se armó en torno a esta experiencia. Lo cierto es que esta escena se repite muy seguido en los cursos y, ahora, en las clases individuales, llegan las mismas confesiones sobre a la angustia que produce la mirada externa. 




PPero ¿De qué se trata este quiebre emocional por la incomprensión respecto del trabajo independiente? Y aclaro que la palabra es incomprensión en el mejor de los casos. Entonces seré directa y diré que hablamos de boicot y, por lo general, lo ejecutan las personas más cercanas. Esto se repite una y otra vez en una suerte de círculo viciosos: Inseguridad ante el inicio del emprendimiento, burlas y comentarios despectivos, cuestionamiento y/o desaprobación, angustia del/la emprendedor/a, pasos en falso, más inseguridad y la rueda vuelve a empezar. Los motivos de este fenómeno son muchos y diversos. Uno de los factores que he detectado son el clásico miedo a lo desconocido. La persona que elige el camino independiente está marcando un rumbo disruptivo que pone en alerta al resto. Otra cuestión es la reacción ante el empoderamiento ajeno, y ya sabemos que esta sociedad no se lleva bien con la idea de libertad. Por último, mi preferido, el síndrome del espejo. La evolución personal y profesional de alguien que emprende refleja la incapacidad que sienten los demás para salir de su zona de confort. 

 Es imposible continuar con este tema sin mencionar que en la inmensa mayoría de los casos de boicot familiar/social sus protagonistas son mujeres. Desde luego, el bloqueo suele llegar de novios, maridos, hermanos, hijos y demás masculinos circundantes ¿Por qué? Aquí la respuesta es aún más obvia. Vivimos en una sociedad machista y misógina y no se trata de una sentencia simplista, más bien, todo lo contrario. Hasta el día de hoy, en todo el mundo, la mayoría de los puestos laborales con mejor remuneración económica son ocupados por varones. La población masculina tiene el liderazgo absoluto en rubros como ingeniería, sistemas, finanzas, minería, petróleo y todas las áreas técnicas más rentables. Este cuadro no es casual y tiene un orígen en las infancias. El mensaje que recibimos las mujeres desde niñas es un mandato hacia las tareas de cuidado, los roles de servicio y, para las más “audaces”, el arte y la creatividad. Debemos ser todo corazón y desarrollar actividades que no nos obstaculicen el rol de madres. Para las que deciden cruzar la frontera y aspirar al éxito profesional, quedan los estereotipos y las excepciones fálicas. Como ejemplo, vale recordar a Miranda, la jefa despiadada en la peli “El Diablo se viste a la moda”, interpretada por la enorme Meryl Streep. En este contexto, muchas mujeres tienen enormes dificultades para hablar dinero, activar los vínculos de networking, pensar estratégicamente y, al final, hacer buenos negocios. Y, claro está, aquí no hay problemas de incapacidad sino una tradición cultural patriarcal que pesa como una mochila de hormigón. 



Cuando converso sobre estos temas en clase o en mis grupos de pertenencia siempre hay un momento en cual me toca contar mi experiencia. Con total honestidad, yo pasé por el mismo recorrido y me resultó muy difícil vencer los obstáculos que el patriarcado había instalado en mí. Pero todes tenemos un momento en nuestra historia en el cual hacemos un click. En mi caso, ese momento mágico fue una charla con mi mejor amigo, quien decidió vivir de su profesión, la música, y lo logró. En lo personal, luego de más de 15 años de trabajo en medios de comunicación y prensa musical, sé que para lxs artistas pagar las cuentas en Argentina es casi una odisea. Una noche, hace ya unos cuantos años, nos juntamos con Diego a hacer catarsis. En realidad nos encontramos para que yo cuente mi crisis existencial como emprendedora mientras él me escuchaba con paciencia. Después de un largo rato de oír mis quejas e inseguridades, mi amichi me dijo una sola frase que fue determinante para el famoso click: “Si yo decidí vivir de la música y lo conseguí vos podes vivir de escribir y de cualquier otra cosa que te propongas”. La idea más clara y sensata que había escuchado en los últimos tiempos no estaba basada en la inspiración sino en la realidad con una mirada pragmática y lógica. Alguien que yo amaba, y que había conseguido algo dificilísimo, me aseguraba que mis herramientas servían para alcanzar mis objetivos. Además, tenía menos obstáculos y ya había comenzado. La respuesta a mi crisis era “Hacelo posible”, como el nombre de este blog y como la devolución que le dí a aquella chica en el taller cuando me pidió que le explique su trabajo al papá.

Fernanda Santágata

 


sábado, 7 de agosto de 2021

#HaceloPosible ✊ Capítulo 1: ¿Cuánto vale ese aprendizaje? 🙌

 ¿Cuánto vale todo ese aprendizaje?

De todos los consejos, frases de corcho y consuelos que recibí la última vez que me quedé sin trabajo esta es mi pregunta preferida. Y se convirtió en mi favorita por dos razones, primero porque es verdad, no puedo calcular cuánto vale lo que aprendí después de trabajar 15 años en multinacionales y salir de la experiencia toda rota por dentro y por fuera. La segunda razón es que, toda esa experiencia corrosiva, nociva y, sí, es cierto, incalculable, la coloqué donde correspondía: MI PROYECTO. 

Me llamo Fernanda Santágata, me dicen Fergie y soy la responsable de una locura genial que se llama Olson Harris. Este es el nombre de mi agencia y #HaceloPosible es es slogan que tiene una historia que les voy a contar hoy. Por cierto, mi propósito es retomar este espacio después de unos meses de ausencia para mostrarles cómo hago lo que hago. En otras palabras, de qué se trata ser profesional independiente monotributista en Argentina. Y también, digamos todo, como sucede el milagro de vivir de lo que amo.

Como hoy es el primer día de esta nueva etapa de #HaceloPosible, comenzaré contando la historia de esta frase que hoy ya es un concepto. Durante unos cuantos años, período que incluyó la gestación de este OH, me tocó residir en el complicado y magnético barrio de Montserrat de la ciudad de Buenos Aires. Mi ubicación era un punto intermedio entre el Congreso de la Nación, blanco de todas las protestas sociales, y el Obelisco, punto turístico por excelencia y emblema nacional. Al poco tiempo de mudarme a la zona fundé con una amiga este emprendimiento, empezamos a recibir cada vez más trabajo y las cosas iban más o menos bien, con altibajos, pero bien. Mientras todo tomaba forma, surgían otras cuestiones interesantes como, por ejemplo, la posibilidad de dar cursos y talleres a otrxs emprendedores. Lo que sucede cuando se comienza la vida freelance, y surge de forma natural, es que le dueñe de ese negocio en gestación se convierte en el gurú de su círculo íntimo. Hay un proceso intrínseco al período de arranque en el cual, a la vez que se aprenden temas que nadie te enseñó ni en la escuela ni en la universidad, les pares preguntan. En eso andaba yo por el 2017, a un año y medio del día cero de Olson Harris y a más de 5 años de trabajar de forma independiente. Eso era más o menos mi vida aquel 7 de agosto en el corazón de la Ciudad de la Furia. 

Una de estas cosas que no te dicen de la vida autogestionada es que vas a tener que hacer muchas tareas que no te gustan. En criollo: la autogestión no es apta para caprichosxs. Si no tenes disponibilidad mental y emocional para hacer actividades que no estaban en los planes entonces retrocedé que estás a tiempo. En este sentido, mi historia no fue la excepción. Yo quería que Olson Harris sea mi pasaporte hacia vivir de escribir pero la gran mayoría de los temas sobre los cuales lo hacía me importaban nada o menos que nada. Peor aún, muchos tópicos me desagradaban bastante, más me representaban ingresos fijos. Por supuesto, hubo honrosas y nutritivas excepciones de las cuales hablaremos otro día y que generaron frutos que cosecho hasta el día de hoy. Entonces, para no morir de aburrimiento y frustración, decidí decorar mis horas de escritura con un blog que es, ni más ni menos, que este mismo. En honor a la verdad, el botón de Blogger estaba colocado en la web de la agencia desde que la lanzamos en 2016 pero no le encontrábamos la vuelta. Entonces, desde mi función de redactora (entre otras miles de funciones en modo multitasking), tomé las riendas y me hice cargo de la plataforma. 

¿Qué escribo? ¿De qué  hablo? ¿Yo no tengo nada interesante para contar? 

Hoy resondo estas preguntas con mis alumnxs en los talleres, las mismas que un día me hice yo y que, cada tanto, regresan en modo de invasión zombie. En general, las respuestas a estos interrogantes aparecen solas. Como me pasó a mí el 7 de agosto del 2017, cuando buscaba con qué rellenar un botón repleto de hojas en blanco. Lo que hoy digo en clase, es lo mismo dije en aquel momento: Todes tenemos una historia para contar. Vivimos en una sociedad extremadamente cruel que define a sus integrantes por su lugar de pertenencia. Muchxs llaman a esto meritocracia y consiste en la utilización de privilegios, o derechos para pocos, a partir del lugar de nacimiento, de residencia, de estudio y de trabajo, entre otros. Conforme a esta lógica perversa muchas generaciones fuimos educadas en la cultura de buscar trabajo y nunca nadie nos habló de generarlo. Además, a los escasos beneficios que el mercado laboral le otorga a sus empleados se lo denomina “derechos adquiridos” para dejar bien en claro que rechazarlos es, cuanto menos, una ingratitud. Para que el concepto termine de cerrar, a la condición de empleador y empleadx se la llama “relación de dependencia” ¿Alguna vez analizaron esa expresión? Es un vínculo en el cual unx depende de otrx para vivir. Y así, con toda esta carga simbólica, miles de millones de personas en Argentina durante décadas y décadas hipotecaron sus presentes y futuros con la convicción que la única forma de sobrevivir es tener suerte. La suerte de conseguir el trabajo de sus vidas. 

Durante muchos años de mi vida estuve en sintonía con San Cayetano. Cabe aclarar que no soy católica y no es una cuestión solo de creencias, ni siquiera estoy bautizada, muchos menos tomé la comunión. Lo que sucedió es que cursé la escuela secundaria en un barrio contiguo a Liniers y, por cuestiones familiares que no vienen al caso, durante mucho tiempo transité las veredas de esa iglesia. Por razones diversas, siempre algo me lleva de nuevo a la zona Sanca, como lo suelo llamar. Los santos populares ya no pertenecen ni a los curas ni al Vaticano y los rituales populares son movimientos de muchísima energía que fluye por fuera de las instituciones. Por estas razones, me permití siempre simpatizar con este patrono del trabajo. A lo largo de mi existencia he conocido muchas historias sobre San Cayetano y sus fieles y me he sorprendido con emoción y respeto. Casi que estaba escrito en el destino que #HaceloPosible iba a nacer un 7 de agosto mientras observaba, y lloraba, por la peregrinación más impresionante que había visto jamás de personas que pedían trabajo. Las columnas de gente bajaban por la avenida 9 de julio, la más ancha del mundo, muy cerca de mi departamento en Montserrat. Había visto muchas marchas de SanCa pero ninguna como la del 7 de agosto de 2017 y no me alcanzaban los ojos para contemplar esa postal desesperada. Pero, toda esa gente que “pedía” ¿Alguna vez había considerado otra opción? Y ahí llegó sin pedir permiso una idea. No tenía una forma real en la que yo pudiese transmitir lo que había aprendido en mis años de desempleada, mucho menos hacerlo a millones de desconocidxs adoradores de San Cayetano. Pero lo que sí podía hacer era construir un espacio en el cual contar lo que viví, lo que decidí, lo que experimento todos los días y cómo es la experiencia de construir el propio empleo. Claro que podía hacerlo, y estaba a un botón de distancia.  

¿Cuánto vale ese aprendizaje?

Vale un montón y por eso escribo en este blog todo lo que sé sobre emprender. Bienvenidos a #HacelPosible, comunidad de autogestión para todos, todas y todes.


Fernanda Santágata